He tardado bastante
en poder escribir esto. Se debe a que duele, y mucho. Y duele más porque soy el
hombre más feliz del mundo.
¿Contradictorio? No
realmente. Contra todo pronóstico, el pasado Agosto tuvimos un bebé. Un bebé
deseado, querido y completamente inesperado. Después de muchas inseminaciones,
de estar en cola para una in vitro, de seis años de decepciones y tristezas… ha
llegado. Y es el niño más guapo del mundo (o eso me parece a mí).
Pero toda cara tiene
su cruz. Ahora debemos renunciar a este niño (o esta niña, siempre pensé que
serías chica) que nos iba a llegar de fuera. Y no, no podemos tirarlo hacia
adelante. De entrada cometeríamos una falta administrativa, ya que nos hemos
comprometido por escrito con el ICAA a comunicar cualquier cambio sustancial en
nuestras vidas, y este niño evidentemente lo es.
Por otra parte,
sabemos que comunicarlo significa suspender (que no renunciar, no renunciamos
del todo) la adopción. El corazón pide continuar, pero hay motivos lógicos para
suspenderlo: la atención que precisa un niño adoptado es muy elevada, y
compatibilizarlo con un bebé es complejo, el hijo llegado de fuera debe ser
menor que el biológico, o se puede hacer un lío, etc. Y te convencen (o te
convences a ti mismo) que es inevitable. Pero duele. Te dicen que no te
preocupes, que hay más padres que niños, que todos van a tener un hogar. Pero
duele.
En cualquier caso, ese niño va a tener siempre un sitio en mi corazón.
Y ahora a disfrutar del peque XD
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